La montaña es un medio hostil, por algo muy concreto, lo abrupto del terreno, la dureza de las condiciones meteorológicas, y el aislamiento.
En el mundo actual de las comunicaciones, medios de transporte y servicios avanzados, estamos acostumbrados a ser atendidos en cualquier momento y ante casi cualquier dificultad. De hecho, esto llega a ser así, incluso en la montaña. Donde los cuerpos de seguridad del estado, son nuestros mismísimos ángeles de la guarda (SEREIM, GREIM, BOMBEROS, y demás servicios que prestan rescate a montañeros).
Pero esto no exime al usuario de la montaña, de conocer y saber aplicar los procedimientos ante un incidente/accidente en montaña. Máxime, si es montaña invernal, donde el frio y las dificultades de rescate, condicionan mucho una eventual intervención.
En el caso de las víctimas por avalancha, es inútil pensar en recibir ayuda externa para desenterrar a la víctima. Pues, la probabilidad de sobrevivir al accidente, decrece de forma exponencial a partir de los 15 / 18 minutos, dependiendo de las estadísticas. De modo que debemos estar preparados a conciencia para tal acontecimiento.
Ante un alud, si hemos previsto bien la situación, es decir, hemos examinado la zona, visto puntos de escape y lugares seguros, y, si hemos pensado en las consecuencias. Podremos obrar de forma rápida y dirigente. Pero si no, todo ocurrirá muy deprisa, y las dificultades se amontonaran, y al no tenerlas previstas, será difícil darles una respuesta adecuada.
La recomendación con la que termina el protocolo de actuación para el sepultado (la víctima) es, “Mantén la calma”. Si tus compañeros están bien entrenados, te sacarán de ahí.
Por lo tanto ENTRENATE, estudia y fórmate. No es asunto para broma, de ello depende nuestra seguridad y la de los que nos acompañan.